A ningún partido político le sirve un cuadro como Javier Lozano. Ahora forma parte de un proceso involuntario del PAN, partido que seguramente despegará más ágil para la coalición con el PRD en busca de cientos de puestos de elección popular.
Pese a lo que todos pensaban la renuncia de Margarita Zavala no perjudicó al partido, al contrario, fortaleció a Ricardo Anaya, a quien consideraban un inexperto líder y un tibio militante panista. Ricardo Anaya enfrentó a un grupo identificado con uno de los más duros presidentes de la República, cuyo significado es de represión y sangre. Su esposa intentó manipular la estructura del Pan y Ricardo Anaya no lo permitió, Calderón quiso desestabilizar su liderazgo y se vio frustrado.
Ahora el senador Lozano, quiere hacer pensar que con su salida del PAN habrá una estampida, no es así. Al contrario, más de un panista estará alzando los brazos al cielo por esa renuncia. Ya se fue Luisa María hermana de Calderón, ahora sólo falta Ernesto Cordero para que en el PAN siga habiendo panistas.
El PAN debe tener conciencia de que su líder no es un novato, desde luego, compite con profesionales del discurso político y contra una estructura de gobierno que no será fácil vencer; sin embargo, lo que queda claro es que el país exige una derecha sólida, que sirva de puente entre extremos dentro y fuera de su organización.
Ahora nadie cree que sea un líder amateur. Es momento de despegar y los lastres para elevarse van cayendo solos.
El PAN tiene entre sus militantes en el poder otro grave problema, su radical comportamiento. Por un lado, Javier Corral enfrenta directamente al poder e intenta luchar contra la corrupción y la impunidad, y, por otro, lucha contra la decepción que produjo su gobernador en Veracruz, donde no sólo se la pasó cruzado de brazos, sino que ahora quiere imponer a su hijo como candidato del Frente a la gubernatura por esa entidad, como si se tratara de una dinastía, a la vieja usanza de los emperadores chinos.
La simple intención de querer imponer a su hijo como candidato del Frente creó divisiones en el interior del PAN, la más absurda de las propuestas viene del poder estatal que carece de credibilidad ante su imposibilidad de cumplir las promesas de campaña que aseguraron que en seis meses estarían en la cárcel los que saquearon las arcas del estado. Sólo hay uno en el reclusorio y va librando uno a uno, los cargos que se le impusieron desde su llegada de Guatemala.
No ha mostrado ser un ejemplo de gobernador como para llevarle votos a su hijo para que continúe una obra que se antoja inexistente.
El PAN tiene en Veracruz un problema similar al que tiene el PRD en Morelos, donde el gobernador quiere imponer a su hijo como candidato a la gubernatura como si estuviera predicando con el ejemplo.
Lo mismo puede suceder en Veracruz, donde el Frente corre el riesgo de dividirse a grado tal que puede afectar la estructura de la coalición en todo el país. Sobre todo si pensamos en que su solidez sólo depende de la manera en que Anaya lleve la campaña y su sucesor al frente del partido, unifique criterios dentro de la estructura, lo cual parece difícil, dada la inexperiencia de Damián Zepeda, pero lo mismo se decía de Anaya, y repuntó.
Ricardo Anaya tiene la ventaja de que los lastres abandonaron por sí solos el partido, pero tiene otros que lejos de saberse nocivos se consideran indispensables.
Pero Ricardo Anaya dejó de ser líder del PAN y se convirtió, por voluntad propia, en candidato del Frente a la Presidencia de la República. No es mal candidato, pero le anteceden problemas que debió dejar resueltos a su salida de la cúpula del partido y esto puede costarle no sólo la derrota sino una división irreversible dentro del frente y al interior del propio PAN.
Mucho ayuda al PAN y al propio Ricardo Anaya la salida de Margarita, Lozano, Ana Luisa y probablemente Ernesto Cordero y Felipe Calderón, pero la gran diferencia es que Margarita y ellos no son nada sin el PAN y el PAN sin ellos se dignifica.
Unos se van con Margarita, otros se van al PRI, y los que quedan estarán militando en el limbo partidista, pero garantizando seguir viviendo del presupuesto como lo han hecho siempre.
Mañosamente más de uno de los autodenominados senadores rebeldes se amparan en que los estatutos del partido aclaran que pueden ser expulsados de su organización quienes apoyen a candidatos de otras fuerzas políticas y, en el caso de Margarita no es candidata sino precandidata, y por ese simple vocablo no han sido expulsados; seguramente una vez que reúna las tan ansiadas firmas podrían salir los puntos negros del PAN y conocer, en realidad, el potencial de un PAN nuevo.
El PAN con o sin Frente es un buen partido de oposición, cuando fue poder nunca se notó la diferencia entre uno y otro partido en el poder. Tal vez por eso el discurso de Anaya está más cerca de las propuestas de Andrés Manuel que de las de Meade, es cosa de que vayan definiéndose las posturas y haciéndose sólidos los liderazgos y las candidaturas.
Ricardo Anaya quiere jugar en las ligas mayores, va bien, pero nada le garantiza que siga creciendo. La guerra sucia es un factor que el PAN nunca ha enfrentado y que ya empezó a lanzar misiles a raíz de que Anaya llevó a su hijo a la escuela, sólo para demostrar que es alumno regular en una primaria privada de México y no de Atlanta. Todo indica que el éxito de Anaya llegó hasta donde pudo y tiene dos alternativas: se mantiene o se desinfla, pero no crece. PEGA Y CORRE: – Los magistrados veracruzanos que serán retirados por jubilación de sus cargos en unos días, seguramente respiraron aliviados por no mantenerse en ese cargo un minuto más de lo que deben, en una administración que siempre intentó poner al ejecutivo sobre los otros dos poderes sin saber que son independientes, autónomos y libres de tomar sus propias decisiones… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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