“El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros los que las jugamos.” – Schopenhauer.
Muchos no lo creen, otros no lo entienden, pero la determinación de elegir al candidato presidencial para el 2018, es un asunto que le ha llevado mucho tiempo de reflexión al presidente Enrique Peña Nieto.
Aun cuando sus afectos se decantan más por proponer a un Luis Videgaray, un José Antonio Meade, e incluso un Aurelio Nuño, el presidente debe responder a muchos factores que hagan de la elección la decisión más acertada y por ende la que mejores condiciones tenga para enfrentar la difícil campaña que se avecina.
Un factor fundamental en su determinación salió ya del 1600 Avenida Pennsylvania en Washington, DC en los Estados Unidos, desde donde el mismo Donald Trump ya envió su opinión respecto a quien deberá ser el candidato del Revolucionario Institucional.
Se dice en la Residencia Oficial de Los Pinos que la postura de Trump no agrado para nada al presidente Peña, pero la amenaza latente de salir del Tratado de Libre Comercio si no designa al personaje sugerido habrán de causarle un gran dolor de cabeza.
En días pasados, el presidente Peña Nieto, llamó con urgencia al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, el asunto era sumamente delicado y urgente.
El responsable de Gobernación se dirigía a su oficina cuando recibió la llamada, una noche antes habría salido a las 3:30 de la madrugada.
—Urge que te vengas a Los Pinos.
—En este momento, señor presidente. ¿Pasa algo malo?
—Aquí te cuento.
Osorio Chong, llegó a la residencia oficial media hora después. El presidente ya lo esperaba en el Salón Adolfo López Mateos, se dice que el presidente parecía león en jaulado, estaba en mangas de camisa y con la corbata roja desanudada.
Sin corta pisas el presidente fue al grano, antes le pidió al Erwin Lino, que le entregara el documento que revisaban.
—Esto que vez aquí es una encuesta hecha por el gobierno estadunidense. La embajadora Roberta Jacobson me la trajo muy temprano. Hablé con Trump por teléfono.
El documento contenía los estudios paramétricos que apuntaban a que López Obrador aventajaba a Osorio Chong por cinco puntos y al Frente Ciudadano, sin candidato, por casi diez.
El presidente en tono serio, le pidió a Osorio se sentará, mientras le pedía a Erwin los dejara solos.
El rostro de Osorio Chong, mostraba una especie de incredulidad, como cuando a un niño se le sorprende haciendo una travesura.
Peña Nieto fue directo al grano.
—Secretario, sabes bien que no eres mi candidato. Te aprecio mucho, y durante todo este tiempo te lo he expresado, te he dado pruebas de esa confianza.
Osorio solo alcanzó a responder.
—Lo sé, presidente, y es recíproco.
—A ver. Te lo diré como es y sin rodeos, Trump me dijo que si quiero firmar el Tratado de Libre Comercio el candidato de nuestro partido debes ser tú. ¿Quién es tu contacto con Trump?
—No, señor presidente, para nada. Sabes bien que no tengo contacto ni con el presidente Trump ni con nadie de su Gabinete.
—¿Entonces de dónde saca que tú debes ser el candidato?
—Soy el primer sorprendido, señor. Ni siquiera hablo inglés.
—Estamos en aprietos, secretario. Trump se puso muy necio en ese tema. No me deja opciones.
—Dime qué hacemos, presidente.
—No sé. Ya cité a Videgaray, a Meade, a Nuño, a Narro y al general Cienfuegos.
—Yo haré lo que tú me digas, presidente. Mi lealtad ante todo.
Tras la plática el presidente le pidió a Osorio no irse de la residencia, por el contrario lo invito a pasar a su privado, ya en la soledad del despacho, Edwin Lino le pregunto al hidalguense si deseaba un café, a lo que el responsable de la política interior dijo que no.
En esos momentos Osorio sentía que el corazón retumbaba como un tambor en pleno llamado de batalla, la soledad se convirtió en su única compañera.
Minutos más tarde, entró al despacho de nueva cuenta el presidente Peña Nieto, su rostro se mostraba desencajado, como si no encontrara una salida al dilema en el que lo habría colocado el presidente norteamericano.
He vuelto a conversar con Trump, le dijo el presidente al secretario, que se mantenía de pie y buscando sentarse en otra silla en lo que el mandatario se acomodaba en su escritorio.
—Está obsesionado, está reacio a que seas tú.
Ya también hable con tus compañeros de gabinete, ya te imaginarás las reacciones. No todos vinieron. Pepe Meade y Narro se conectaron porque andaban de gira… Nadie te quiere, Miguel Ángel.
—Ignoro las razones, presidente.
Peña Nieto, confronto serio al responsable del Palacio de Cobián.
—¡No! Sí las sabes. ¡Claro que las sabes! Aquí el problema es que tengo que tomar una decisión a contrapelo. Me rompiste los tiempos, secretario.
Miguel Ángel Osorio solo alcanzó a contestarle.
—Señor, no tengo nada que ver en eso. No conozco a nadie del entorno del presidente Trump. Pero pongo mi lealtad por delante. Renunciaré a mi cargo y me iré a mi casa, presidente.
Peña Nieto lo vio con una mirada cargada de ambivalencia. Mitad odio, mitad aprecio y le dijo.
—Ése no es el camino, Miguel Ángel. Sólo te pido que no te vayas a poner en mi contra cuando seas candidato y luego presidente.
—Jamás lo haría, presidente.
—Llámame Enrique. Así lo has hecho desde que éramos gobernadores.
—Eres mi amigo, Enrique. Jamás te traicionaría.
—También te pido que seas generoso con Videgaray, con Meade y con Nuño. Narro y Cienfuegos ya sabrán qué hacer. Pero a mi gente no la toques, Miguel Ángel.
—Así será, Enrique.
—Ya le dije a Pepe Meade que se prepare para irse al Banco de México en lugar de Carstens. Videgaray me presentó su renuncia. Por supuesto que no se la acepté.
—Muy bien, señor.
El presidente Peña Nieto le cuestionó.
—¿A quién quieres en el PRI? Porque con “Clavillazo” te llevas de la chingada.
Osorio respondió.
—Me gustaría Claudia Ruiz Massieu.
—Ok. Que suba. Prepara tu salida de Gobernación para que el partido te destape en los tiempos que marca la ley.
—Sí, presidente. Muchas gracias.
Y así terminó el encuentro.
Con paso presuroso salió Osorio Chong de la Residencia Oficial para dirigirse a Bucarelli, a su oficina.
Llegando mando a traer de inmediato a su oficial mayor Jorge Márquez, a este le resumió lo sucedido y le dijo, ya sabes, convoca a Rosario para comenzar a preparar todo.
Márquez lo abrazó y convocó a Rosario Robles y a otros funcionarios que se la habían jugado por él desde el principio.
Toda la tarde fue de acuerdos y abrazos. Abrazos discretos, para no herir al inquilino de Los Pinos.
“Muerto el perro se acabó la rabia, mi candidato”, le dijo entre susurros la titular de la SEDATU.
Y así sin más ni más, el niño pobre del Gabinete se había comido a todos los juniors y yuppies de la comarca, para llegado el momento alcanzar el tan codiciado puesto de candidato a la presidencia.
Al tiempo.
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