Afirma el investigador y exministro de Energía y Minas de Perú, Fernando Sánchez Albavera que el “sueño del buen gobierno” sólo es posible si existe un amplio respaldo al proyecto, con planificación, políticas explícitas, gestión evaluada por objetivos y rendición de cuentas. Yo añadiría que también requiere transparencia. Este conjunto de virtudes, difícil de encontrar en casi cualquier gobierno pero no imposible, logran la gobernabilidad, porque se le concede un lugar a la ciudadanía y se toma en cuenta su opinión. Esto no quiere decir que habrá gobernabilidad sólo con gestiones complacientes. La participación ciudadana también debe ser fundamentada y sensata.
El problema es que casi siempre se hace una planeación donde la participación ciudadana se motiva para llenar un requisito y no necesariamente para tener en cuenta sus necesidades. Los planificadores, con apoyo de abrumadores tecnicismos, tomarán en cuenta los recursos, las necesidades, los alcances de la gestión y muy especialmente el cálculo político.
El experto en políticas públicas, Luis Fernando Aguilar habla de dos enfoques básicos en la planeación estratégica que suelen acompañar las acciones de servicio, en particular el gubernamental. Uno es con el binomio excelencia-liderazgo que supondría una relación de intercambio entre la institución (en este caso el gobierno) y los usuarios (ciudadanos) que son portadores de demandas y expectativas. El otro enfoque es el bélico-competitivo donde la organización o institución considera a los actores externos como rivales o competidores. Este segundo enfoque es el que se aplica a las empresas de mercado o a los ejércitos, nos dice Aguilar.
Pues bien, como la política cada vez consiste más en una lucha por escalar posiciones, las alianzas se establecen con los actores más poderosos, porque en el momento de la contienda política serán aliados vitales para aportar recursos, legítima o ilegítimamente, para convencer a la ciudadanía. Es decir, la ciudadanía no es un actor con el que los políticos quieran estar bien, se le termina por considerar una masa a la que se le puede moldear con estrategias de comunicación para obtener su voto, casi como un rival que debe ser vencido en sus opiniones si son contrarias a los intereses políticos. Por eso, el enfoque bélico-competitivo parece ser favorito actualmente para llevar a cabo las acciones de gobierno.
En la ciudad de Xalapa está ocurriendo uno de tantos ejemplos de lo anterior. Hace cerca de tres o cuatro meses se comenzó a propagar la información de que sería construida una gasolinería en una de las avenidas importantes de la ciudad pero no gran avenida. Se trata de una vía de dos sentidos con dos carriles cada uno, pero con graves problemas de congestionamiento porque es de las pocas rutas que le dan fluidez al tránsito vehicular que ha rebasado el tamaño de esta ciudad veracruzana. No sólo eso, el predio en el que supuestamente se construiría está enclavado entre casas habitación, con un solo acceso y a menos de dos cuadras una escuela primaria, una secundaria y una de educación especial. A media cuadra un edificio que alberga oficinas del gobierno estatal. La alarma comenzó entre los vecinos cuando se comenzó a difundir esta especie.
En esos días leí en una nota periodística la entrevista que le hicieron al respecto al director de Servicios Urbanos del ayuntamiento de Xalapa; dijo que sabía de la existencia de un permiso, pero desconocía el giro (¿no es su trabajo saberlo a ciencia cierta?). Sorpresivamente, hace una semana comenzaron los trabajos de construcción y resulta que efectivamente se trata de una gasolinería de la empresa Ferche Gas y un representante de la misma dijo que cuentan con todos los permisos. Uno de los requisitos es haber consultado a los vecinos y obtenido sus firmas.
Como los habitantes de esa cuadra y de las cuadras aledañas han manifestado su oposición se manifestaron fuera de la construcción. Están molestos no sólo porque se dieron las autorizaciones “en lo oscurito”, sino porque la empresa está exhibiendo hojas de firmas de “vecinos” donde aparecen nombres y domicilios reales pero con firmas apócrifas. Algunos vecinos afirmaron que fueron a pedirles su firma (nunca a las jefas de manzana que se oponen radicalmente) pero se negaron a darla y ahora resulta que sí firmaron.
Veremos qué tan buen gobierno quiere ser la alcaldía de Xalapa. Por lo pronto, esto de la falsificación de firmas, apunta a que este tipo de gestión sería modelo del enfoque bélico-competitivo. La autoridad hace lo que considera mejor para el desarrollo de la ciudad, a contracorriente del sentir ciudadano y ya se verá si también de las normas. Y no es que por la zona falten gasolinerías, las hay, lo que falta es voluntad para oír a la ciudadanía y lo que sobra es una oreja muy grande para escuchar a los grupos empresariales más poderosos de la entidad.
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