Los paradise papers han puesto al descubierto algo que no tiene nada de paradisiaco, sino muy al contrario, hechos que huelen a una gran podredumbre, a hechos casi infernales. No son muy novedosas las noticias que están generando las filtraciones de los despachos de abogados asentados en Singapur. Por lo que toca al capítulo mexicano, quizá sólo son corroboraciones que nos dan un consuelo agridulce de que finalmente exista prueba documental con cifras, operaciones y fechas de lo que fue por años una sospecha rayana en la certeza, pero que se guardaba porque decirlo públicamente hubiese constituido un delito sin la pruebas correspondientes.
¿Cómo es posible que un líder sindical, que aparentemente, en teoría, sólo debería recibir su salario y, quizá, admitámoslo, una remuneración extra por los desvelos para proteger a sus agremiados, pueda vestir con el lujo con que acostumbran, viajar, tener a sus hijos en las escuelas más exclusivas, casas, departamentos, empresas, familias reconocidas y no reconocidas oficialmente, prospectos de familias, protegidos, desayunos, comidas y cenas en los sitios más lujosos de la ciudad, vehículos, joyas, numeroso personal de servicio y los caprichos más inimaginables para el ciudadano común que espera con ansia el día de quincena para ir al supermercado o darse el lujo de llevar a sus hijos al cine (sin palomitas porque sale muy caro)?
¿Realmente puede alguien sorprenderse de que un empleado del antiguo Departamento del Distrito Federal, como Joaquín Gamboa Pascoe, haya hecho las operaciones millonarias que hoy salen al descubierto? ¿Saberlo pondrá bajo investigación a todos los líderes sindicales que viven como pachás? ¿Alguna autoridad se preocupará ahora por investigar la zona de mayor opacidad en nuestro país que siguen siendo los sindicatos?
Es sumamente improbable. De hecho, los pronunciamientos oficiales ante los datos dados a conocer por los paradise papers han sido tibios, por decir lo menos. La respuesta es explicable porque se trata del mismo sistema que ha engendrado ese mundo de corrupción, que lo ha abrigado y protegido para garantizar el clientelismo político. Sólo un dato como indicador: las revelaciones más perturbadoras sobre la corrupción de los políticos mexicanos provienen de fuera. Es común que cuando hay una investigación interna para perseguir actos de corrupción, lo que está detrás son intereses y venganzas políticas. Al sistema sólo se le van de las manos casos imposibles de ocultar como el de los exgobernadores que en este momento están sujetos a investigación, a proceso o prófugos.
La presidenta del Colegio de México, Silvia Giorguli afirma que acabar con la corrupción no es suficiente para impulsar el desarrollo del país. Sería sólo “un primer paso”, pero admite que se modificaría la dinámica social. Pone como ejemplo la respuesta ciudadana ante los sismos. Esa madurez que la investigadora ve en la sociedad es valiosa, pero se requiere que sea más sólida y constante. Que así como fuimos capaces de responder ante una emergencia, no transijamos ante cualquier sospecha de corrupción. Que declaremos desde la sociedad cero tolerancia a la corrupción. Y que esto se aplique tanto a los altos funcionarios como a los servidores públicos menores. No permitir en ninguna circunstancia la discrecionalidad cotidiana con que se manejan recursos, bienes y puestos de trabajo del sector público.
A la corrupción que crece como hongos enfrentar una ciudadanía madura y sensata, organizada e informada. ¿Difícil? Sí y mucho. Pero no imposible. Las condiciones en que ahora vivimos muchos mexicanos, a causa de una corrupción que fue más allá de hacer uso indebido de los recursos públicos, que vendió nuestra seguridad y tranquilidad, que puso el nivel de bienestar de muchos mexicanos como moneda de canje para la comodidad de unos cuantos debería movernos a organizarnos para recuperar nuestra vida; con ello, se irán recuperando los bienes, la confianza, la calidad de los servicios y una convivencia social menos lacerada que la que impera en nuestros días.
Por ahora, ¿cuántos documentos más –ilegales o ilegítimos- de los paraísos fiscales que involucran a mexicanos documentarán nuestro infierno actual?
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