Dante, el síndrome de Estocolmo y la ambición sin límites

De acuerdo con una de sus definiciones, el síndrome de Estocolmo es un “trastorno psicológico temporal que aparece en la persona que ha sido secuestrada y que consiste en mostrarse comprensivo y benevolente con la conducta de los secuestradores e identificarse progresivamente con sus ideas, ya sea durante el secuestro o tras ser liberada”.

La psicóloga Rocío Bellver Abardía, especialista en trastornos emocionales, señala que el síndrome de Estocolmo se presenta “cuando una persona se ha identificado de manera inconsciente con su agresor/captor. Es un estado psicológico donde la víctima detenida en contra de su propia voluntad desarrolla una relación de complicidad con la persona que la ha secuestrado”.

Pues todo pareciera indicar que el dirigente nacional del partido Movimiento Ciudadano, Dante Delgado Rannauro, hubiera desarrollado este trastorno. Al menos eso puede inferirse luego de que en el noticiero matutino de Televisa de este miércoles, se abrió a la posibilidad de apoyar la eventual candidatura de Miguel Ángel Yunes Márquez a la gubernatura del estado de Veracruz.

El periodista Carlos Loret de Mola le preguntó a Dante Delgado si en Veracruz estaría dispuesto a sumarse a una candidatura del hijo del gobernador Miguel Ángel Yunes Linares. El dirigente de Movimiento Ciudadano respondió: “lo quiero poner de manera muy precisa, el proyecto de transformación de país es superior a cualquier diferencia personal”.

Dante Delgado fue gobernador sustituto del estado de Veracruz entre 1988 y 1992. Ocupó el lugar de Fernando Gutiérrez Barrios cuando éste fue llamado como secretario de Gobernación de Carlos Salinas de Gortari. Tras concluir el periodo, fue embajador de México en Italia, procurador Agrario y coordinador del Programa de Bienestar Social y Desarrollo Económico Sustentable para el Estado de Chiapas. Hacia 1995, rompe con el gobierno del entonces presidente Ernesto Zedillo, renuncia a su militancia en el PRI y comienza a organizar la creación de su propio partido, Convergencia por la Democracia, antecesor de lo que hoy es Movimiento Ciudadano.

Su rompimiento con el régimen desembocó en su encarcelamiento en 1996, acusado de enriquecimiento ilícito y peculado. Su caída en prisión fue ejecutada por el gobierno de Veracruz, que en ese entonces encabezaba –formalmente- Patricio Chirinos Calero. Pero en los hechos, el operador de su captura y su ingreso al penal de Pacho Viejo, donde permaneció durante 15 meses, fue el secretario de Gobierno de ese sexenio, ni más ni menos que Miguel Ángel Yunes Linares, con quien mantuvo desde esos años un enfrentamiento político y un gran resentimiento personal.

Pero todo aquello parece que se le ha olvidado a Dante Delgado. Incluso el hecho de que no pudiera asistir al sepelio de su padre porque, por órdenes de Yunes Linares, no se le permitió ir sin estar esposado. El ex hoy dirigente nacional de uno de los tres partidos que integra el Frente Ciudadano por México ahora deja entrever que estaría dispuesto a apoyar la aspiración a la gubernatura del hijo de su verdugo, mostrándose “comprensivo y benevolente” con él, como señala una de las definiciones del síndrome de Estocolmo expuestas al principio de este texto.

Pero no. Dante Delgado no padece ese trastorno. Lo que lo mueve a abrir la puerta a pactar con Miguel Ángel Yunes es algo mucho más simple: una ambición sin límites.

 

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