Frida Sofía: la niña fantasma de Televisa

* Bajo los escombros, la menor que no existió  * Del show mediático al ridículo nacional  * Información frágil produjo desinformación  * Azúa: el negocio de la cobranza en CAEV  * Urzúa y el 26 por ciento  * El millón que nadie vio  * Winckler se debe ir: Morena  * Murió Juan Nicolás Callejas

MUSSIO CARDENAS ARELLANO

Publicada en mussiocardenas.com

22 de septiembre de 2017

Bajo los escombros, su voz apenas audible, su pequeña mano que el voluntario logró tocar, el aliento de vida que contagia y la esperanza de una nación. Es Frida Sofía, la niña del milagro, símbolo y fe. Sólo que Frida Sofía nunca existió.

Abusiva, Televisa construye un show mediático extraído de la tragedia del sismo de este 19 de septiembre, ideado a partir de una versión falsa, la de una menor que habría de luchar por su vida entre los restos del Colegio Enrique Rébsamen, al sur de la Ciudad de México.

Concentra en esa búsqueda todo su potencial. Destina reporteros y equipo, cámaras y sonido, primero andando entre los rescatistas y luego en la plataforma de mando, donde sólo pueden, supuestamente, acceder el mando naval y la autoridad civil.

Sacude la tragedia al DF, o ex DF. A las 13:14 horas inicia la oscilación, luego el crujir de las estructuras, pegando en una franja vulnerable, que va de la colonia Condesa al sur, pasando por la Roma, Narvarte, Del Valle, Mixcoac, Nativitas, Coyoacán, los Viveros, Xochimilco, Coapa, Taxqueña.

Caen edificios y casas. Caen negocios y empresas, una fábrica de ropa y escuelas y más escuelas. Se desploma una parte del Tec de Monterrey.

Y en el Rébsamen la tragedia alcanza a más de 20 niños y cuatro maestras. Y de la estructura de tres plantas, incluida la casa de la directora que no debió ser construida sobre el auditorio escolar, hay un filón informativo: Frida Sofía, la niña que se aferra a la vida.

Llega Joaquín López Dóriga, sabueso como es, sabiendo que donde hay niños en desgracia, hay notición.

Le sigue Paola Rojas, quien camina entre los voluntarios y sufre desaires de paramédicos que le impiden entrevistar a sobrevivientes.

Eduardo Salazar se coloca a la entrada del plantel. Reportea, recoge versiones, narra qué llevan y qué traen, los ires y venires de los héroes anónimos, como son los chilangos cuando el infortunio les toca.

Karla Iberia Sánchez envía su reporte desde otro punto de la capital. Hay ayuda o falta ayuda. Refiere con la maestría con la que suele hablar, los avatares de las damnificados, los que se hallan entre las losas quebradas o las paredes en pedazos.

Los mueve Denise Maerker en el estudio. Comenta Carlos Loret de Mola, con ese tono que dramatiza la escena, que exacerba el sentimiento, que lleva al televidente de la euforia a la tristeza, de la ira a la consternación.

Una joven reportera habla y se va apoderando del escenario. Danielle Dithurbide, la que abre los espacios noticiosos cuando aún no despunta el sol, está ya en la plataforma de la inmortalidad.

Danielle y Frida Sofía, el binomio ideal.

Y la reportera relata las maniobras de rescate, el silencio que se exige con el puño en alto, las funciones que cada grupo y que cada mando realiza para hallar víctimas con vida o extraer los cuerpos que los que dejaron de existir.

Frida Sofía es un filón de rating. Televisa lo explota. Televisa se desborda. Traslada sus tomas a otros sitios de la tragedia y vuelve al espacio del morbo.

Y así, día y noche.

Frida Sofía le da a Televisa un primerísimo lugar, desplazando a sus competidoras en la puja por las audiencias. Y peor. Arrastra a Azteca, a Excélsior, a Milenio, a Canal Once en la cobertura de las labores para traer a la vida a la pequeña alumna del Colegio Rébsamen.

Lo suyo es el show. Así sea entre el llanto y la desgracia, le sirve el show para ganar audiencia.

Y Danielle Dithurbide se proyecta como la prima dona de la información.

Acuden a la reportera mandos civiles y militares, rescatistas, paramédicos, difundiendo lo que se requiere para apuntalar la estructura que amenaza con colapsar.

Se codea con el secretario de Educación federal, Aurelio Nuño, que ve en Frida Sofía el pasaporte a una candidatura presidencial.

Así transcurre el miércoles 20, pujando todos por Frida Sofía, cuyo nombre surge de la versión de un rescatista que dijo haber tocado su mano, sentido su calor, escuchado unas palabras, sabido que ahí, junto a la pequeña hay otros cinco compañeros, quizá vivos, quizá no.

O sea, ese rescatista cuyo nombre nadie dice, cuenta una versión que Televisa magnifica sin saber qué tanto de verdad conlleva.

Tarde, ya de noche, Nuño expresa algo que dinamitará el show: ningún familiar de Frida Sofía se halla en el lugar del siniestro. Ningún familiar se identifica como tal.

Explica Danielle Dithurbide, la reportera novata de Televisa: su nombre es Frida Sofía y sus apellidos “se reservan por respeto a su familia”. Ajá

Hablan las maestras. Dan señales, la posible ubicación de la niña en la mole de escombro. Hablan de una mesa de granito que podría haber servido para evitar que el derrumbe acabara con su vida.

Ya tarde, Televisa refiere que se realizó una incursión entre los escombros y no se halló a la menor. Comienza la confusión.

A mediodía, el jueves 21, llega la verdad. Frida Sofía “no fue una realidad”.

O, mejor dicho, fue una mentira.

Lo dice el subsecretario de Marina, Ángel Enrique Sarmiento Beltrán. Desmiente a sus pares y subalternos que hablaron con seguridad que la niña yacía bajo los escombros.

“Hemos hecho un conteo con la dirección de la escuela y tenemos la seguridad de que todos los niños, o desgraciadamente fallecieron o están en los hospitales o están a salvo en sus casas”, refirió ante los medios de comunicación.

Detonó el show Carmen Aristegui cuando en su espacio noticioso de internet entrevistó a Dorian Riva, joven traductor de rescatistas alemanes, quien escuchó de un jefe policíaco la versión de que Frida Sofía jamás existió.

En el Rebsamen nunca hubo una Frida Sofía. Cuadra la cifra de niños muertos y vivos y la tal Frida Sofía, cuyos familiares nunca se hicieron presentes, fue inexistente.

Atrapada en el descrédito, Televisa acusa a los mandos navales de darle veracidad a la versión de la niña. Y los mandos navales admiten que una información sin confirmar los llevó al caos.

Televisa, en cambio, se suicidó. Montó un show mediático, destinó horas interminables de transmisión, aguardando el rescate de Frida Sofía, la corona a su cobertura televisiva, la construcción del caso para ganar rating y darle, de paso, el premio nacional de periodismo a Danielle Dithurbide.

Y en un instante, la infamia se desplomó.

Paga su desenfreno. Una información al vapor, no corroborada, proveniente de fuentes sin sustento, sin el proceso y el rigor periodístico, los llevó al ridículo.

Danielle Dithurbide lloró. Danielle Dithurbide con voz temblorosa. Danielle Dithurbide convertida en interlocutora del mando militar. Danielle Dithurbide intentando explicar que su novatez le impidió verificar que la aquella verdad era frágil y se habría de caer.

Danielle Dithurbide quizá no lo recuerde pero llegó a usar un chaleco azul de la Secretaría de Marina. Así salió al aire. Fue parte del error y del show.

Frida Sofía fue la niña fantasma de Televisa en el sismo que volvió a sacudir a la capital del país.

Como Monchito, el niño fantasma del sismo del 85, al que no pudieron salvar porque nunca fue real.

Frida Sofía disparó el rating de Televisa y la verdad lo desplomó.

Nadie puede salvar a un fantasma.

Frida Sofía, la niña que no existió, descansa ya.

Archivo muerto

Se llama Azúa y se dedica a la cobranza. Se llama Azúa y detrás está Jorge Urzúa, subdirector de Administración —no comercial, como aquí se había apuntado— de la Comisión Municipal de Agua y Saneamiento, la CAEV Coatzacoalcos. Azúa —¿Abreu/Urzúa— va por los morosos. Por cada gestión se agandalla el 35 por ciento del adeudo. Y si hay arreglo entre el deudor y la institución, no es asunto de Azúa. Si el adeudo es de mil pesos y se conviene reducir el pago a 400 pesos, Azúa se queda con el 35 por ciento del reclamo original: 350 para Azúa y 5 por ciento para CAEV. Y Urzúa, el comisario en las empresas del ex director Rafael “Yúnete” Abreu, feliz. Usa Azúa emblemas oficiales en los citatorios a morosos, los de Sedesol y CAEV, usurpando funciones públicas, lo que de entrada viola la ley. Mister Ten Percent no es tal; es Mister Twenty-Six Per Cent. Eso, un 26 por ciento, le pide a proveedores y constructores, que ya cuentan que estábamos mejor cuando estábamos peor, cuando Tony Macías, alias el Comandante Zeus, era el rey. ¿Lo sabrá el gobernador Yunes? ¿Lo sabrá el nuevo titular de CAEV, José Antonio Wilburn González? Pecados grandes los de Urzúa, entre ellos el día que se cobró un millón y no se sabe en qué colchón se guardó. Y, como en el duartismo, hay por lo menos una empresa fantasma hoy, funcionando, cobrando. El perfil de las edecarnes con cargo al erario, luego… Winckler, según Manuel Huerta, debe irse. Lo increpa el líder de Morena en Veracruz, acusando que no es autónomo, ni independiente, ni capaz de procurar justicia. “Es —dice Manuel Huerta— fiscal a modo por parte del gobierno federal”. Jorge Winckler Ortiz, refrenda el presidente estatal de Morena, “se tiene que ir”. Fuera de la cacería de duartistas, los Porkys en fuga, Winckler flaquea con el tema de los desaparecidos y los colectivos, el pleito con la prensa por su negativa a informar, pudiendo hacerlo dentro de sus limitaciones y con inteligencia, y ese afán enfermizo de fotografiarse con mandil de chef o los calcetines tipo payaso . Si cocinara bien la justicia, hasta le pedirían postre. Pero en lo toral no avanza. Los malos, malos, se le van. A los que retiene son duartistas, la pléyade que malgobernó con Javier Duarte, acusados de malversar recursos del gobierno, del saqueo, del hurto a Veracruz. Los malosos, malosos, gozan ya de cabal impunidad. Salvo El Sicario, alias Zeferino Almendra Delgado, ejecutado al salir bajo fianza, el resto de la banda de secuestradores que operaban para el Comanche H anda libre. Por eso Manuel Huerta quiere ver a Winckler fuera de la Fiscalía General del Estado… Devastado por un cáncer, Juan Nicolás Callejas Arroyo murió. Se fue el polémico maestro, líder del magisterio veracruzano, pilar del PRI, de Fidel Herrera, de Javier Duarte, sirviendo a uno en la Cámara de Diputados y al otro en el Congreso de Veracruz. Vivió sus últimas horas este jueves 21, aquejado por un cáncer demoledor que fue minando su salud hasta vencerlo en la batalla final. Controvertido, lo aclamaban sus huestes, el magisterio con los que conformó el famoso “equipo” que tantos logros le allegó al PRI, que tantos espacios de poder alcanzó. Diputado federal, diputado local, dirigente máximo de la Sección 32 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, fue un soldado del sistema, cuidadoso de sus formas, sumiso cuando debía serlo, implacable en la defensa de los intereses del gobernador en turno. De Juan Nicolás Callejas, de su otro yo, de los pecados que cargó, sus enemigos y adversarios tuvieron tiempo de hablar. Hoy es historia… Sentido pésame a Patty. Vía libre al Tortas…

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