Descendientes de grandes culturas, el pueblo de México demostró su enorme valía una vez más. Procedentes de mujeres y hombres que nos dieron patria y libertad, demostraron su casta divina. Todos sus valores humanos como la lealtad, entusiasmo, valentía, comprensión, amor, solidaridad, fortaleza, humildad, gran civismo, desprendimiento lo vuelcan en la ayuda para sus compatriotas afectados por el terremoto hoy del 2017, ayer de 1985. Emotivos, con el corazón en la mano, sensibles miles de mexicanos tendiendo su manos bondadosas, para tratar de paliar el dolor de los afectados. La unión de los mexicanos se hizo evidente. Mezclados todos los sectores sociales, sin complejos de origen, en un solo fin: la ayuda. Todas las profesiones en una, ofreciendo y dando sus capacidades y especialidades para la solución. Mujeres cargando bultos de cemento, cascajo y usando palas para escarbar. La nación vuelta un solo corazón. Entusiasmo y desazón. Risas y lágrimas. Pena y festejo. *** Solidaridad absoluta y entrega total. La muerte y la vida. La destrucción y la construcción futura. Una mezcla de emociones, que se confunden en los escombros. Todos comiendo de un solo plato. Los puños arriba, las palmas en reconocimiento de los héroes de esta jornada: los voluntarios. Quienes por muto propio, han acudido. Unos que no han dormido y se coordinan de natural manera. La presencia de muchos. El mundo que admira y reconoce la grandeza de México y el valor de sus ciudadanos, brinda ayuda. Extranjeros que viven en nuestro país de tiempo atrás y que declaran apesadumbrados que “México me ha dado mucho, yo tengo un compromiso con él”. Los emigrantes de Centro y Sudamérica, también presentes en las labores de rescate. Historias desgarradoras y escenas de terror. Mucho dolor en el país, pero demasiado amor de sus habitantes por seguir adelante. Fuerza México. *** Quienes lo vivimos en el pasado, podemos entender más a fondo el sufrimiento. Nos tocó el 85 en la Narvarte, una de las zonas más afectadas. Perdimos amigos, familiares, conocidos. Vimos derruidos edificios de vecinos cercanos, sepultados en sus escombros. Centros sociales que acostumbramos- para el esparcimiento- desaparecidos. Rostros desesperados, llenos de polvo. Los gritos, el llanto, la desesperación, angustiados todos. Estábamos en shock. Sin luz, agua. El ambiente era tétrico. Los lamentos no cesaban, los vecinos nos reuníamos y disponíamos. El gobierno ausente, impedido. Ahí todos abrazados, temblando de miedo y con gran incertidumbre empezamos a repartirnos labores. De una trágica experiencia, el conocimiento que solo somos habitantes en un espacio. Que se está inerme, ante la furia de la naturaleza. La creación más preciada de Dios, con toda la fuerza, magnificencia que los humanos no podemos controlar y nos indica que quedamos muy reducidos ante su furia. En paz descansen quienes perdieron su vida y que los demás tengamos fortaleza, para levantarnos una vez más. *** Las redes sociales han sido vitales. Cayeron las líneas telefónicas, pero el whats sirvió mucho, era la única manera de comunicarse en el momento. Oraciones, recomendaciones, información, orientación. El mundo entero conectado, para el auxilio. El amor se hizo presente, en tiempos de cólera. Tenemos que asimilar el aprendizaje y continuar unidos, muy unidos para lo que viene en todos sentidos. *** Imposible evitar reproducir uno de los conceptos que más se ha manejado: “México no merece, los gobiernos que tenemos”. Es una realidad y queda demostrado. Lo demás es obligación, no graciosa concesión. *** Y para las agruras del mole…usted sabrá qué tomar. Hasta la próxima.