La inseguridad y el desánimo generalizado de la población auguran este 2017 una celebración austera de nuestra Independencia. Al creciente temor de las familias de acudir a espacios públicos por los innumerables riesgos que ello implica, hay que agregar la antipatía generalizada hacia el protagonista estelar del festejo, por su tradicional grito.
Y si bien es injusto que se pretenda culpar de todo lo malo que ocurre al presidente de la Republica, está visto que toda expresión de molestia o enojo popular enseguida encuentra destinatario, nos guste o no.
Parte de este desanimo viene de la percepción generalizada de que no hay qué celebrar, si hoy tenemos más pobreza, más desigualdad, más corrupción e impunidad; más violencia delincuencial, mayor desempleo, bajos salarios, y de nueva cuenta, más corrupción e impunidad, parecería en efecto que no hay motivo de fiesta, porque nada escoce más al ciudadano que la corrupción pública y privada que vemos florecer todos los días, junto con la impunidad, el mayor incentivo para seguir delinquiendo.
Corrupción e impunidad que han devastado el ánimo nacional, roto el tejido social, provocado que navegue a la deriva el amor patrio, asociándolo al protagonismo presidencial capaz de enfatizar lo bueno que también sucede, y soslayar las estafas maestras que al través de 186 compañías fantasmas comete su gabinete desviando miles de millones de pesos del erario público. Gritar “Viva México” y “Vivan los héroes que nos dieron patria” ¿Nos colude acaso con la estafa magistral? Por supuesto que no, pero es muy difícil disasociar!!.
Otra causa del desánimo es la ausencia de figuras estelares, de perfiles con verdadero arrastre, capaces de esperanzar a los mexicanos hacia el 2018 y convocarlos a recuperar el rumbo; la sempiterna esperanza del mexicano común, que espera que las cosas cambien solas, sin tener que participar.
No se trata entonces, de que haya menos fervor patrio, lo que ocurre es que hay un automático rechazo a “engordarle el caldo” al presidente de la República, a los gobernadores y hasta a los presidentes municipales. El diálogo ciudadanía-gobierno es hoy por hoy prácticamente inexistente, cada cual en su propio carril y jamás confluyen. Una distancia que está amagando lo poco que nos queda de identidad, valores y conciencia nacional.
Ante este panorama, ha crecido sobre todo en redes sociales, una iniciativa para que las personas hartas de la violencia que sacude al país “dejen solas” a las autoridades y no asistan a los festejos, y mejor celebren en casa. En Internet ya se cuentan varios blogs y páginas en las que se llama a los ciudadanos a boicotear la festividad patriótica.
No faltará en los próximos años, quien proponga que se termine el grito de independencia por el ejecutivo federal, y que las circunstancias permitan que la ciudadanía festeje públicamente, una independencia nacional, sin autoridades que las presidan. Todo a su tiempo.
Lo que conviene tener muy presente es que México es mucho más grande que sus problemas y sus villanos. Tanto en tiempo de vacas gordas como en los actuales de vacas flacas, el amor por la patria no tiene parangón, y por ello no tiene que manifestarse respetando a quien no nos respeta.
Las fiestas patrias son muy importantes cuando se celebran entre pares, paisanos, familiares, amigos, compartiendo respeto, valores e identidades. Los montajes mediáticos, a nadie conmueven, son inicua ficción.
México sigue y seguirá siendo más grande que todos sus delincuentes y la historia nos lo muestra paso a paso. No perdamos entonces el gusto patrio por más grande que sea el desánimo. Vivamos México, señoras y señores, con sentidos vivas a nuestro amado país, y a los fundamentales héroes que nos dieron patria.
rayarenas@gmail.com