“Sólo se reconoce el error cuando todo el mundo lo comparte.” – Jean Giraudoux.
A Fidel Herrera Beltrán, si algo nunca le gustó son los medios de comunicación, siempre adusto, renuente, forzado a declarar tuvo que acostumbrarse a su presencia, sabedor que para gobernar se debe de emplear de la comunicación y por ende de los medios para hacerlo.
Quizá por ello, durante su mandato florecieron como nunca antes, toda clase de gacetillas, pasquines, portales, programas de radio y televisión, los cuales formaron parte de ese ejercicio de compra de conciencias en un afán reparador, en un afán de contención.
Tras su salida del gobierno estatal, todos los medios que en su momento controló, comenzaron a cerrarle la puerta, la instrucción del gobernador en turno fue clara y expedita, no lo dejen declarar, no le den espacio, afirmaba la entonces otrora poderosa Gina Domínguez, encargada de crearle ese cerco informativo, que no le permitiera dar sus versiones y por ende sus interminables peroratas.
Cuando el alumno cayó en desgracia, Herrera Beltrán emprendió la graciosa huida, en ese afán de auto exilio que se propinó en el viejo continente, allá en Barcelona, sin el reconocimiento de Cónsul General, relegado a un cargo secundario dentro del servicio exterior, sintió que podría transitar, mientras los estertores del Duartismo terminaban de dar sus últimos respiros.
Lo que nunca previó, fue, que lo que en su momento el consideró como la gran apuesta de inversión para él y su gobierno, habría de terminar en un escándalo de proporciones apocalípticas.
La empresa más poderosa de Brasil, Odebrecht, era puesta al descubierto en el peor de los escándalos de corrupción de los que tuviera precedente la Iniciativa Privada mundial.
El caso -como ya se lo apuntamos en este mismo espacio- le obligaba por supuesto a retornar al terruño, so pena, de cargar con todas las pulgas, sino buscaba la forma de contener el escándalo que llegaría inclusive hasta la puerta del propio presidente de México.
Desde entonces, el famoso cuenqueño, desapareció, con una serie de apariciones en público, relacionadas a asuntos partidistas, aun cuando, acusó que su retornó obedecía a responder las ofensas vertidas en su contra por la administración de su archirrival, el actual gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares.
Previo a su retorno como resultado de las acusaciones sobre el uso de medicamentos clonados, el 4 veces diputado federal llegó a señalar que “Javier Duarte y yo no somos iguales, su gobierno fue muy distinto al mío, cada quién sabe con qué grado de limpieza carga. En mi caso estoy limpio y voy a probarlo”, sin que, al momento, nada de ello pudiera comprobarlo, pues, el halo de corrupción continúa pesando sobre él.
El más reciente de ellos, lo da el hecho de que la confesión que dan seis ejecutivos de Odebrecht ante el Departamento de Justicia de Estados Unidos, en donde los delatores, acusan que los sobornos entregados por la empresa brasileña se realizaron entre 2010 y 2014.
Aun cuando una investigación de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) se comprobó que el dinero de la red de corrupción empezó a fluir a México desde 2009, año en el que Odebrecht negoció su mayor inversión en el Estado de Veracruz, la planta petroquímica Etileno XXI que requirió autorizaciones estatales y federales. Aquel año coincidió, además, con la elección federal intermedia, todas operadas en Veracruz por Herrera Beltrán.
Entre el 3 y el 9 de junio de 2009 -un mes antes de la elección federal- una firma creada por Odebrecht en Panamá realizó dos transferencias por 2 millones 358 mil dólares a una empresa “fachada” ubicada en Veracruz, con la intermediación de dos instituciones: Banorte y The Bank of New York. Esta es la primera vez que se publican estos depósitos, los cuales fueron identificados por MCCI en estados de cuenta del banco Credicorp ubicado en Panamá.
En los años posteriores (de 2010 a 2014), la constructora brasileña vinculada a la mayor red de corrupción en Latinoamérica transfirió a México otros 14 millones 137 mil dólares de presuntos sobornos, de acuerdo con documentos de los expedientes judiciales integrados en Brasil.
Las autoridades mexicanas no han precisado si los 10 millones 500 mil dólares que hasta ahora han confesado los ejecutivos de Odebrecht son una porción de los 16 millones 495 mil dólares identificados por MCCI en expedientes de Brasil, o si son un monto adicional de sobornos.
En las transacciones que involucran a México, Odebrecht utilizó dos bancos y tres empresas “fachada” asentados en paraísos fiscales, y que formaban parte de la red que había creado la constructora brasileña para ocultar la transferencia de sobornos a funcionarios y políticos latinoamericanos. Esas firmas son: Constructora Internacional del Sur, Innovation Research Engineering and Development Ltd. (IREAD), Kleinfeld Services Limited, Credicorp y Meinl Bank Antigua Limited, establecidas en Panamá y en las islas de Barbuda y Antigua, en el Atlántico.
Entre 2009 y 2014 -periodo en el que ocurrieron los sobornos- Odebrecht obtuvo contratos públicos en México por alrededor de 30 mil millones de pesos, entre asignaciones directas y ampliaciones de obras que ya estaban en curso, de acuerdo con bases de datos elaboradas por MCCI.
Aun cuando todo indicaría que las operaciones de las diversas empresas “fachada” habrían sido operadas durante el periodo del hoy reo, Javier Duarte, lo cierto es que, el gestor y mentor de todo este entramado, sigue siendo el propio Herrera Beltrán, hoy simplemente desaparecido.
Se sabe de fuentes cercanas al Comité Ejecutivo Nacional del PRI, que Fidel Herrera, estaría operando la posible asignación de una nueva curul federal que le diera la impunidad que le otorgaría el fuero federal en el 2018.
Lo cierto es que pocos son quienes han tenido contacto con Fidel Herrera, muchos menos los que se siguen reportando con él, para informarle cómo andan las cosas por Veracruz, a donde no se para, sabedor de que en cuanto ingrese, le podría ir hacer compañía al mismo Duarte de Ochoa.
Al tiempo.
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