En el colmo del pesimismo una persona puede mandar todo al diablo. Nosotros mismos, cuando nos damos cuenta que nuestros esfuerzos por cambiar las cosas son infructuosos, entonces mandamos todo al diablo, nos olvidamos del asunto y “a otra cosa mariposa”.
Entonces, cuando ya nada importe, nos insensibilizamos, podemos ver el desastre de aquello que tanto amamos y no nos va a doler; lo miraremos con la indiferencia de una persona que ve llover y no se moja.
Eso es lo que nos ha pasado con algunas instituciones que amamos, pero que no se han dejado querer. Cuando Jesús subió a una colina para ver desde lo alto a Jerusalén dijo: “Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella…, ¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne sus pollitos debajo de sus alas! Pero ustedes no lo quisieron. ¡Miren! Su casa se les deja abandonada a ustedes”.
Eso es lo que ha pasado a muchos de la comunidad universitaria, a muchos que con su esfuerzo han querido devolver a la Universidad Veracruzana el prestigio que tuviera décadas atrás. Entonces la UV sonaba en los oídos de los académicos de otros rumbos, de los creadores de todo el país, incluso de los extranjeros. La Universidad Veracruzana tenía una gran carta de presentación debido a sus grandes logros: su Orquesta Sinfónica, su Facultad de Letras, su Escuela de Estudiantes Extranjeros, su Facultad de Teatro, su Junio Musical, su Festival de Jazz, su Escuela de Medicina y otras tantas perlas y gemas que adornaban a nuestro estado.
Todavía algún despistado llega a Xalapa, capital de Veracruz y piensa que en nuestra ciudad todavía se da esa explosión de arte y cultura; todavía creen que en las calles se representan obras de teatro, o que la Orquesta va a las escuelas secundarias a tocar el Huapango de Moncayo; todavía creen que en algún lugar escondido van a encontrar a Cortázar o a Álvaro Mutis, todavía creen que Sergio Pitol camina por los pasillos de la Facultad de Letras. Pero todo eso terminó.
Al menos los tres últimos rectores, dos hombres y una mujer, se han ocupado de quitarle el lustre a nuestra universidad.
Víctor Arredondo hizo de la Universidad Veracruzana un negocio particular. Él fue el que inventó eso del Ceneval, aunque ese fue uno de sus tantos negocios; ¿dónde cree usted que aprendió sus mañas de ladrón Édgar Spinoso, el confeso saqueador de Veracruz del cuál dijo el gobernador, regresó sólo parte de lo robado? Edgar Spinoso era el administrativo de Arredondo que después se pasó a la Secretaría de Educación donde siguió robando a manos llenas en el sexenio de Fidel Herrera.
Raúl Arias Lovillo como rector siguió los pasos de su predecesor, aprendió muy bien las mañas, pero al mismo tiempo se sometió a la voluntad de ese bandido llamado Fidel Herrera. La gran deuda que tiene el gobierno con la Universidad Veracruzana no es nueva, la deuda es una gran bola de nieve que empezó a rodar cuesta abajo desde los tiempos de Raúl Arias Lovillo. Pero Lovillo nunca reclamó, nunca pudo encarar a Fidel Herrera, pues mientras él tuviera su buena parte de ganancias, la institución no importaba. ¿Qué cedió Arias Lovillo a Fidel para que éste hiciera diputada a su novia en turno? Arias Lovillo tuvo a la UV en los últimos lugares del ranking universitario en Latinoamérica.
¿Qué decir de Sara Ladrón, la mujer que se formó en un rincón al lado de piezas arqueológicas? Sara Ladrón y Clementina Guerrero nunca pudieron levantar a la UV, que es cierto, ya estaba entonces desahuciada. Ellas se sintieron dueñas de la UV pero no supieron qué hacer con ella. Ambas escribieron un nuevo capítulo de corrupción, ineptitud y cobardía. La puntilla de todo esto es el encubrimiento de Rodolfo Mendoza Rosendo, un dipsómano y manipulador que abusó de una de las glorias de la UV, un sujeto que tendrá que pagar por lo que hizo, a pesar de que Sara lo siga escondiendo bajo sus enaguas.
¿Cuándo una Junta de Gobierno de la Universidad Veracruzana ha demostrado su efectividad, su objetividad, su autonomía? ¡Nunca! Cada rector conoce los sutiles mecanismos de “extorsión” para tener a la Junta de Gobierno comiendo de su mano. Sólo falta que después de lo que hicieron, dejar a tres candidatos eliminando a dos buenos prospectos, se sientan ofendidos. Sólo falta que se sientan ofendidos cuando a ojos vistas es claro que la línea de ellos es por la actual rectora Sara Ladrón.
Pero ya lo hemos dicho, hemos llegado a un momento en que ya nada importa. ¡Señores, pueden hacer con la UV lo que les venga en gana!
Armando Ortiz aortiz52@hotmail.com