Sábado sangriento; evidencia de gobiernos fallidos

Astrolabio Político

 

Sábado sangriento; evidencia de gobiernos fallidos

                                    Por: Luis Ramírez Baqueiro

 

“Veracruz no necesita Comisionados Federales; necesita de ¡muchos huevos!” – Yo.

 

La descomposición social que sufre Veracruz, tras el sábado sangriento, en donde perdieran de manera oficial la vida 18 personas – aun cuando otros indicios apuntan a que la cifra sería de 21 ejecutados a lo largo y ancho del territorio-, es por sí misma, la crónica de un estado en guerra, en donde para ocultarle al mundo lo contrario, se vende una estúpida versión de una supuesta paz virtual –que solo ven, quienes la quieren ver-, confirmando que México y la entidad conjugan ya los componentes precisos de un gobierno federal y estatal fallidos –que no es lo mismo que gobiernos fallidos-.

La permanente condena de un gobierno estatal en funciones respecto a la crisis que enfrenta como producto de un gobierno rapaz, que compuesto por lacras, que ahora purgan al menos detenciones por los latrocinios cometidos contra el pueblo de Veracruz, resultan insuficientes y hasta absurdas, sabedores de que cuando buscaron llegar a gobernar estos territorios, tenían una radiografía clara del nivel de crisis que enfrentaba la sociedad, y a pesar de ello, emprendieron la apuesta, afirmando que incluso hasta en seis meses cambiarían el panorama de la seguridad, cosa que por el contrario no fue así.

Pero expliquemos porque la ola de inseguridad que enfrenta Veracruz, es parte más de un gobierno fallido y no de un estado fallido.

Algunos autores consideran que no hay una definición clara, aceptada académicamente de manera universal, para denominar a un Estado como fallido. Sin embargo, los criterios empleados para tal consideración pueden resumirse en la falta de una autoridad unificada, reconocida y más o menos legal sobre un territorio determinado.

Se puede decir que un Estado tiene “éxito” si, en los términos del ideólogo alemán Max Weber, mantiene el monopolio del uso legítimo de la fuerza dentro de sus fronteras. Cuando no se da esta condición (por ejemplo cuando dominan el panorama los señores de la guerra, los grupos paramilitares, y/o se presentan sistemáticas de terrorismo), la existencia misma del Estado resulta dudosa, y suele considerárselo como fallido.

Existen serias dificultades a la hora de determinar cuándo un gobierno es fallido, pues no existe por ejemplo, unanimidad sobre lo que sea el “monopolio del uso legítimo de la fuerza”, comenzando por las complejas cuestiones subyacentes a la definición de “legítimo”.

El término también se emplea para referirse a un Estado que no es efectivo, y no es capaz de aplicar sus leyes de manera uniforme, registrando por ende, altas tasas o registros de criminalidad, corrupción política, mercado informal, burocracia, ineficiencia judicial, interferencia militar en la política, o poderes civiles no estatales, con presupuesto y poder político muy superiores al del propio Gobierno.

Sin embargo, algunos analistas de renombre, consideran que el concepto no tiene “una definición coherente”, por tanto es manipulable tanto política como metodológicamente, y que presenta graves defectos, aparte de que no permite realizar efectivos aportes de conocimiento, presentándolo por ende como un “concepto fallido”.

Aun cuando el centro de estudio estadounidense Fund for Peace (Fondo por la Paz) emite anualmente el Índice de Estados Fallidos (Failed States Index), que publica la revista Foreign Policy. Clasifica a los países basándose en doce factores, como la presión demográfica creciente, movimientos masivos de refugiados y desplazados internos; descontento grupal y búsqueda de venganza, huida crónica y constante de población; desarrollo desigual entre grupos; crisis económica aguda o grave; criminalización y deslegitimación del Estado; deterioro progresivo de los servicios públicos; violación extendida de los Derechos Humanos; aparato de seguridad que supone un ‘Estado dentro del Estado’; ascenso de élites faccionalizadas e intervención, de otros Estados o factores externos.

México y especialmente su gobierno –que no sus instituciones- comienza a caer dentro de algunos de estos factores, ello producto de la necedad y el temor a las determinaciones impuestas por el manejo de una política exterior entreguista, que obedece más a ese intervencionismo norteamericano al que gobiernos neoliberales llevaron a la nación.

Lo que en Veracruz enfrentamos es simple. La lucha por el control hegemónico de las rutas por el trasiego de drogas, armas, tráfico de personas, etc., ante ello, y ante la evidente negación del vecino del norte por reconocer que su población enfrenta una creciente adicción y consumo a drogas como forma recreativa, la paz y la tranquilidad no retornaran a nuestras calles.

A menos claro, que nuestro gobierno, ese que aun detenta el presidente Enrique Peña Nieto actúe con verdadera sensatez y mucho más prudencia, sin menos cabo de temores, o de alguna especie de represalia.

Señor presidente, está en su cancha, como en la de los legisladores mexicanos, la última oportunidad de cambiar el rumbo de esta inútil, estúpida y absurda guerra que ha sumido a millones de familias en el luto y el dolor, por el afán enfermizo de poseer más y más millones, producto de este negocio ilícito.

Usted puede cambiar el rumbo de este problema, si asume con determinación y visión de estado, el problema, legalizando, la producción, manejo, distribución y comercialización de las drogas hoy ilícitas, deje por favor de lado sus negocios personales y asúmase como el presidente que los mexicanos merecen, al menos al cierre de su administración de muestras de actuar como verdadero patriota y no como un lacayo más del imperio.

De igual modo, a los senadores y diputados federales, el mensaje es claro, dejen de comportarse como integrantes de esa camarilla del poder, que ha tergiversado el sentido de la política para convertirla en rehén de sus propios intereses, actúen con amor a México, con amor a su patria, con el amor que algún día le profesaron a sus madres, si es que las tuvieron, porque es evidente que como van, no tienen ni ápice de recuerdo de ella.

Legalizar lo hoy ilícito es la única salida a una guerra sin cuartel, ni parangón en la historia moderna del país, señor presidente, asuma su papel, ármese de muchos huevos y salve la poca honra que le queda a su gobierno.

Porque lo que enfrenta Veracruz es producto precisamente de su indefinición e incapacidad. No queremos un muerto más, basta ya de esta violencia infructuosa, queremos paz y no más.

 

Al tiempo.

 

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Twitter: @LuisBaqueiro_mx

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