Jesús J. Castañeda Nevárez – jjcastaneda55@gmail.com
La noticia publicada por un prestigiado diario estadounidense (NYT) sobre el espionaje realizado por el gobierno federal en contra de periodistas y activistas en México, rebotó en la super concha que tiene en la espalda el presidente de la República, como rebotó la Casa Blanca; los libros no leídos; el plagio de la tesis; el conflicto de intereses por las propiedades adquiridas al Grupo Higa, por el Dictamen de la Función Pública en el que lo exonera cínicamente un empleado suyo (hijo de Doña Margara Francisca); por el dinero de los veracruzanos que Duarte robó para financiar su campaña y que lo comprometieron a solaparlo y protegerlo hasta hoy.
Nunca se habían dicho tantas cosas negativas de un presidente y no es que no las hubiera, sólo que hoy la tecnología de la información y la comunicación nos permite difundir una idea, información o hasta chisme, de forma inmediata y esta se puede convertir en viral en cuestión de minutos.
Un alto porcentaje de los mexicanos tiene un mal concepto del presidente en turno, aunque no lo diga; pero quienes si lo dicen, (periodistas, columnistas, articulistas, defensores de Derechos Humanos, etc.), lo hacen de manera abierta y hasta directa.
De modo que no parece necesario establecer una estrategia de espionaje que violente su vida privada, principalmente porque no hay justificación que pueda asociar a éste tipo de personas como terroristas que puedan causar daño a la seguridad nacional.
El software que utilizaron se llama “Pegasus” y es de venta exclusiva para los gobiernos con la intención de uso exclusivo en problemas de seguridad nacional y combate a actos terroristas, según lo establecido en el contrato de la empresa Israelí NSO Group.
“Pegasus” es un malware informático con fines maliciosos y dirigido a teléfonos inteligentes, el cual se propaga a través de un SMS que contiene un vínculo que si es activado por el usuario receptor descarga un programa espía que le da acceso a todos los archivos del teléfono, lista de contactos, mensajes, fotos, videos, correos, así como a la cámara y micrófono del celular y a través de otros sistemas de rastreo puede saber cerca que quien estás y con quien te juntas.
La forma de asegurarse que el usuario haga “click” en el mensaje lo representa una investigación previa de la persona, a fin de utilizar temas que son de su interés.
Una investigación del Citizen Lab reveló que varias dependencias del gobierno mexicano adquirieron ese sistema y no sólo la PGR y la Secretaría de la Defensa Nacional, lo que ubicó a México como el principal cliente de “Pegasus” al adquirir el 45% de las ventas globales.
Si casi la mitad de las ventas de “Pegasus” las hizo a México, eso significa que varios gobiernos estatales también lo están utilizando y no precisamente con fines de “chatear”, mandar “memes” o conseguir “likes”; todo apunta que los avances tecnológicos están ocasionando nuevas formas de invasión a las personas por varios motivos y para diversos fines.
La desaparición de muchos comunicadores podría estar directamente asociada a la información que tenían en sus celulares, fotografías, conversaciones habladas o escritas y sus publicaciones en contra del pinche poder.
El tema no es nuevo, pero se ha minimizado; aún no hemos hecho conciencia sobre los riesgos que hoy se tienen con el acelerado avance de la tecnología. Convivimos con el riesgo y nos acostumbramos ya a ignorarlo. Los alcances que hoy nos permite la tecnología ya no nos sorprenden; ni siquiera el hecho de saber que un usuario de un teléfono de regular capacidad tiene mayor alcance que todo el sistema de la NASA en los primeros lanzamientos espaciales y que ocupaba edificios completos. El computador responsable de las misiones Apolo fue el Apollo Guiding Computer (AGC) (Un procesador de smartphone de 1000 mhz y 512 MB de RAM, tiene 100.000 veces más RAM que el AGC (que corría a alrededor de 1 mhz).
Hoy la tecnología bien utilizada nos representa una extraordinaria herramienta de estudio y de trabajo, pero mal utilizada tiene demasiadas cosas en nuestra contra, tantas que deberíamos de estar preocupados, pero eso no parece ocupar la mente de las nuevas generaciones y las viejas generaciones por su ignorancia no atinan a decir algo coherente como lo declarado por el presidente que todavía se atreve a amenazar a los que están denunciando por el espionaje de su gobierno. Es mi pienso. (continuaremos)