Por: Silvia Susana Jácome
Está circulando un video que muestra lo que están haciendo en Japón con el tema de las muñecas sexuales. Son muñecas con marcados rasgos infantiles y se venden con todo tipo de ropa, desde uniforme escolar hasta encaje; algunas, incluso, muestran expresión facial de miedo, con el ánimo de acercarse lo más posible a la realidad.
El video ha provocado todo tipo de comentarios, desde quienes expresan que ojalá esto detenga a los pederastas, hasta quienes afirman todo lo contrario y señalan que, más que inhibir, las muñecas estarán incitando a los pedófilos a que abusen de un niño o de una niña reales.
Debo confesar que el tema es muy complejo, pero no quisiera dejar de dar mi punto de vista. Para empezar hay que aclarar que pedofilia y pederastia no son sinónimos. La pedofilia es una expresión comportamental de la sexualidad que tiene que ver con el gusto por tener prácticas sexuales con niños y niñas (el gusto, no necesariamente la práctica). La pederastia, en cambio, es un delito –en México y en muchos otros países del mundo- que consiste en tener prácticas sexuales, desde la mayoría de edad, con personas menores de edad. Por eso es que un pedófilo no necesariamente es pederasta. Una cosa es que me guste y otra cosa es que lo haga.
Como sabemos, las expresiones comportamentales de la sexualidad presentan diversos matices. Hay quienes hablan de 5 niveles: Fantasía; Mínima; Preferente; Predominante; y Exclusiva. Por ejemplo, una persona fetichista a nivel Fantasía, no requiere del fetiche, con sólo imaginarlo podrá tener excitación sexual; sí está en Mínima, le bastará usarlo muy de vez en cuando; si es Preferente y Predominante buscará que el fetiche esté presente en casi todos sus encuentros sexuales, pero se las puede arreglar sin éste. Y cuando está a nivel de Exclusiva no va a poder tener placer ni excitación a menos que el fetiche en cuestión esté presente.
Ocurre exactamente lo mismo con el pedófilo. Puede estar a nivel fantasía y no habrá problema; la persona podrá tener relaciones sexuales con una mujer adulta y bastará con que se imagine estar con una niña para sentir placer. El problema es cuando el nivel de esa expresión comportamental se ubica como Exclusivo; en ese caso sólo se podrá satisfacer con un niño o una niña. Y es cuando se convierte en pederastia.
Otra cosa que no podemos perder de vista es que cada persona es diferente. Hay personas responsables y hay personas irresponsables, con todos los matices que queramos ponerle. Y pongo como ejemplo a quien bebe alcohol. Hay personas que se emborrachan y les tiene sin cuidado lo que vaya a ocurrir, se suben a su auto y toman el volante; otros, en cambio, si saben que han bebido dejan su coche y toman un taxi.
Exactamente lo mismo ocurre con los pedófilos. Hay pedófilos irresponsables a quienes no les importa causar daño a una niña; otros, en cambio, buscan la manera de evitarlo.
Aquí es a donde yo quería llegar. Un pedófilo irresponsable podrá tener mil muñecas y de todas formas va a buscar la manera de abusar de un niño o de una niña real. Pero un pedófilo responsable podrá encontrar en estas muñecas un sustituto para pasarla bien, disfrutar, erotizarse y no hacerle daño a nadie.
Así las cosas, mi punto de vista muy personal, es que no creo que las muñecas, por sí solas, provoquen que un pedófilo se vuelva pederasta. Mucho menos pienso que provoquen que una persona que no es pedófila, se convierta en una gracias a las muñecas. Guardando las debidas proporciones, ese argumento me parece que se asemeja a quienes dicen que no les demos condones a las y los jóvenes porque se les va a antojar. No; con o sin condones se les antojará; y a los pedófilos, con o sin muñecas se les va a antojar.
Pero sí creo que un pedófilo responsable verá en estas muñecas una muy buena opción para disfrutar sin hacerle daño a nadie. Y si un pedófilo, sólo uno, que potencialmente pudiera abusar de cinco o seis niños y niñas, deja de hacerlo gracias a estas muñecas, ya habrá valido la pena el juguetito.
Y esto me lleva a otro tipo de reflexiones. A la poca atención que le damos a los pedófilos en el caso de la pederastia. Hemos puesto el acento en dos temas: los castigos para los pederastas; y la educación sexual a niñas y niños para que no sean víctimas de estas prácticas.
Desde luego que la mayor atención tendremos que ponerlas en las y los niños; brindarles educación integral en sexualidad desde muy temprana edad, y ayudarles a que reconozcan, quieran y cuiden su cuerpo. Eso es fundamental.
Las penas también son algo importante. Sobre todo es necesario acabar con la impunidad; y en este caso el asunto de la pederastia clerical es fundamental.
Pero no hemos volteado a ver a los pedófilos que con un buen trabajo terapéutico quizá podríamos evitar que se convirtieran en pederastas. En España ya se está trabajando en ello, desconozco si en México hay algún trabajo semejante; ojalá que así fuera, y si no, habría que promoverlo.
No olvidemos que México es uno de los países en donde la industria de la pornografía infantil obtiene mayores ganancias, en donde las desapariciones forzadas con fines de explotación sexual están al alza y en donde la impunidad parece ser el común denominador.
Por supuesto que las muñecas no son la solución. Tenemos que seguir trabajando en la educación sexual infantil; tenemos que abatir la impunidad; tenemos que atender a los pedófilos que no quieren convertirse en pederastas. Pero si con todo eso llega un cargamento de muñecas japonesas, yo pienso que tendríamos que darles la bienvenida.