Rúbrica
Duarte, un botín que todos quieren
Por Aurelio Contreras Moreno
La captura del ex gobernador prófugo Javier Duarte de Ochoa era cuestión de tiempo. Cada vez eran más fuertes las versiones que lo ubicaban en Guatemala y no habría de pasar demasiado para que las autoridades encargadas de su búsqueda le echaran el guante, como finalmente sucedió la noche del 15 de abril pasado, en pleno Sábado de Gloria.
Sin embargo, más que la suerte que fuera a correr el ex mandatario, tras su detención lo que llenó de inmediato varios espacios mediáticos y en las redes sociales fue una lucha denodada por “colgarse la medalla” de su aprehensión y atribuirse un mérito que no es tal, pues en primer lugar, era obligación de las autoridades de todos los niveles actuar contra un prófugo de la justicia acusado, entre otras cosas, de delincuencia organizada.
La primera en hacerlo fue la propia Procuraduría General de la República (PGR), que a través de su cuenta de Twitter anunció la detención de Duarte de Ochoa como logro propio: “#PGRInforma Hemos detenido a Javier Duarte con el apoyo de la República de Guatemala”, publicaron en su red social.
Pero muy poco tiempo pasó para conocerse que en realidad la captura del ex gobernador veracruzano la hicieron agentes de la Interpol y de la Policía Nacional Civil de Guatemala, ante lo cual, la PGR tuvo que cambiar su versión triunfalista y acomodarla a una más mesurada en la que se habla de cooperación entre los sistemas de inteligencia de ambos países.
No sólo la autoridad federal quiso quedarse con todo el “crédito”. Desde la misma noche del sábado los operadores del gobierno de Veracruz orquestaron una campaña a través de una oleada mensajes en redes hablando del “gran logro” del gobernador Miguel Ángel Yunes Linares, que con ello “cumplía” con su principal promesa de campaña. Idea que el propio mandatario estatal reforzó el domingo, al manifestar que “si no lo hubiéramos denunciado, Javier Duarte seguramente se encontraría disfrutando de su riqueza, lograda a partir del empobrecimiento de millones de veracruzanos. Lo denuncié y está en prisión. Cumplí mi palabra”.
Si bien es cierto que siendo candidato a la gubernatura Yunes Linares denunció a Javier Duarte ante la Fiscalía General del Estado, la anterior administración no le dio curso a las querellas y sólo fueron atraídas por la PGR luego de que el PRI perdiera las elecciones en Veracruz y Duarte cayera en desgracia política. Si hubieran ganado, con todo y denuncias, la historia hubiera sido otra.
Además, Yunes no fue el primero ni el único. Tan sólo la Auditoría Superior de la Federación presentó las primeras denuncias ante la PGR por desvíos de recursos en Veracruz desde 2014. Y las denuncias por las que el Ministerio Público Federal libró las primeras órdenes de aprehensión contra Duarte fueron las que presentó la Secretaría de Hacienda en 2016, por el caso de las empresas “fantasma”. Eso sin contar las distintas denuncias periodísticas contra los abusos del duartismo publicadas durante su sexenio, que incluso costaron vidas.
Pero como el botín de la caída de Duarte pareciera ser demasiado jugoso, hasta el dirigente nacional de Morena, Andrés Manuel López Obrador, sucumbió a la tentación de subirse a ese tren, y publicó en su cuenta de Twitter: “detienen a Duarte para simular que combaten la corrupción. Pero el pueblo no se conforma con chivos expiatorios, quiere la caída del PRIAN”, dando a entender que el ex gobernador estaría injustamente detenido y que hasta es inocente. Una brutalidad.
Esta lucha de protagonismo por adjudicarse lo que debería ser una obligación de cualquier autoridad, que es cumplir y hacer cumplir la ley, tiene un común denominador, además de la estulticia: los procesos electorales en marcha en el país, y en particular los de los estados de México y Veracruz. A eso se reduce la pelea por “colgarse la medalla” de Duarte.
Y cuando lo realmente importante es que al ex gobernador, el peor de la historia de Veracruz, se le aplique un castigo ejemplar por el saqueo del erario, por los miles de desaparecidos, por los periodistas asesinados, por el inmenso daño causado al estado y a tantos veracruzanos. Todo lo cual permanece en la impunidad, mientras los políticos montan espectáculos para sacar provecho personal, pues eso, y no la justicia, es lo que les importa.
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