SILVIA SUSANA JÁCOME De género y diversidades

Por: Silvia Susana Jácome G.

El día de hoy iniciamos una columna con el propósito de comentar noticas destacadas que a lo largo de la semana tengan que ver con la sexualidad en cualquiera de sus numerosas manifestaciones.

Comenzamos con una noticia titulada “Las políticas de inclusión social y no discriminación se traducen en una mejor economía para una ciudad”. Lo anterior, en una entrevista exclusiva que le hace la agencia LetraeSe al alcalde de Seatle, Washington, Ed Murray.

En la entrevista, el funcionario menciona que en su ciudad se acepta a la gente, independientemente de cualquier condición, no se discrimina, no hay distinciones y se acepta a todas las personas, lo que ha generado que sea una de las ciudades con los empleos mejor pagados de casi toda la Unión Americana y se haya convertido en un polo atractivo para las empresas e inversionistas.

Cabe mencionar que Murray fue de los primeros políticos estadunidenses en declararse abiertamente gay y que desde el Senado impulsó leyes en favor de la población LGBTI.

En nuestro país, lo sabemos, hemos contado con gobernantes e incluso alcaldes y alcaldesas homosexuales pero que no solamente no han querido aceptar abiertamente su condición y trabajar en favor de la diversidad sino que, por el contrario, han pretendido ocultar su condición y no se han preocupado por los derechos humanos de homosexuales, bisexuales, trans e intersex. No hace falta dar nombres, quienes vivimos en el estado de Veracruz les conocemos.

Y tampoco hace falta ser gay para impulsar políticas públicas a favor de este sector. La Ciudad de México es un claro ejemplo. Es, hoy en día, de las pocas entidades en donde es posible el matrimonio igualitario y la única en donde las leyes permiten la modificación legal de nombre y género en al acta de nacimiento.

Bien por Murray y ojalá que alcaldes y alcaldesas en México –y particularmente en el estado de Veracruz- siguieran su ejemplo.

 

***

 

En otras cosas, y también en relación con la Ciudad de México y más específicamente con la Universidad Nacional Autónoma de México, se dio a conocer que tras más de un cuarto de siglo de funcionamiento, el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) se convirtió en el Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), con la finalidad de impulsar el conocimiento teórico y aplicado en este ámbito, desde un enfoque interdisciplinario y ayudar a formar recursos humanos que diseñen políticas públicas para combatir la desigualdad, e investigadores que contribuyan a atender problemas de violencia contra las mujeres, la resistencia a su participación política y sus desventajas en el mercado laboral, entre otros aspectos.

Así lo consigna la agencia NotieSe y no me queda más que alegrarme por la decisión de nuestra máxima casa de estudios. Convertir el PUEG en un centro de investigaciones y estudios es un paso adelante en la difícil tarea de documentar la realidad que viven las mujeres en nuestras sociedades y que exigen políticas públicas encaminadas a alcanzar la igualdad sustantiva y condiciones de menor vulnerabilidad a la violencia.

Contrasta con lo que está sucediendo en el ámbito local, ya que la nueva administración trajo cambios en el Instituto Veracruzano de las Mujeres y, desgraciadamente, las primeras acciones han sido en el sentido de despedir a mujeres que llevaban trabajando muchos años en la institución –en algunos casos sin cumplir con los ordenamientos legales- en lo que muchas y muchos analistas consideran un retroceso en torno a los objetivos del IVM.

Pero para que no nos acusen de comparar peras con manzanas centrémonos en lo que está haciendo la Universidad Veracruzana en materia de género. Y, entonces sí, el resultado es alentador, ya que la UV cuenta con la Coordinación de la Unidad de Género y con un Centro de Estudios de Género coordinados, respectivamente, por las doctoras María José García Oramas, y María Eugenia Guadarrama Olivera, quienes han hecho una importante labor con todo su equipo de trabajo.

 

***

 

Y hablando de género, destaca la edición especial que una revista muy prestigiada, como National Geographic en español, lanzó hace unos días en América Latina. La edición lleva como título “El panorama cambiante del género” y muestra en portada una fotografía en donde aparecen siete personas, cada una de ellas con una identidad de género y una expresión de género diferentes, lo que nos habla de la enorme diversidad que encontramos en este renglón.

Hay un artículo principal, muy amplio, que se llama “Replantear el género”. Me gustó la intención; es decir, abre justamente ese abánico. Pero yo veo dos problemas. El primero es que me parece confuso, sobre todo para personas que no están habituadas a reflexionar en torno a las diversidades. De pronto parece una ensalada en donde no se sabe bien a bien si se habla de sexo, de género, de orientación sexual o de qué. Y es que habla de intersexuales, de personas transgénero, de personas agenéricas o de género fluido, etc. Está muy bien, todo eso existe pero creo que periodísticamente –o académicamente- habría sido más claro dividirlos por ejes temáticos. Incluso en el texto cada tanto se tiene que hacer la aclaración de que la identidad de género y la orientación sexual no son lo mismo; y que intersex y transgénero tampoco. A mí me dio muchísima claridad la manera en que lo expone Guillermo Núñez Noriega en su libro “¿Qué es la diversidad sexual?”. Él habla de tres ejes –sexo, género y deseo- y cada eje lo presenta como independiente de los demás y como un continuo; clarísimo. En esta revista no se sigue la misma metodología y al final me parece que puede confundir. Me da la impresión que el lector o lectora se queda con la idea de que el género ya no tiene casi nada que ver con el concepto tradicional que se manejó durante siglos, eso está bien, pero si además aportara mayor claridad conceptual habría sido mucho mejor.

El segundo problema es que se maneja el tema muy enfocado a la realidad de los Estados Unidos. Aun y cuando habla de grupos en donde se flexibiliza el género –por así decirlo- como los fa’afafine, por ejemplo, los mira más bien como una cuestión antropológica y no como realidades tan válidas como el transgénero o lo drag o expresiones más occidentalizadas. La mayoría de los testimonios son de personas estadunidenses y eso limita mucho el alcance del tema.

De repente también reproduce eso de la “correspondencia” entre sexo y género, aunque me gustó que en las definiciones se refiere al término transexual como un “término viejo”; minimiza –lo cual comparto- el tema de las intervenciones quirúrgicas u hormonales. Y lo comparto porque, insisto, el tema de las hormonas y las cirugías tiene que ver con el cuerpo, no con el género.

Presenta dos artículos que me gustaron mucho: “Cómo se hace un hombre” y “El peligro de ser niña”. Dos visiones que muestran de manera muy interesante los mandatos de género tradicionales que en ciertas culturas pueden ser mucho más severos y de los que nadie se salva, ni hombres ni mujeres. Y en donde, por cierto, las mujeres -pese a las muchas adversidades que también se padecen para vivirse desde la masculinidad tradicional- llevan, llevamos, la peor parte.

Quizá lo que más me gustó fue el artículo final titulado “Nuestro sentido evolutivo del ser” cuyo subtítulo nos explica mucho más “Dirijámonos hacia un mundo en donde el género de una persona no sea ni una ventaja ni un impedimento”. Escrito por Ann-Marie Slaughter, es un texto breve, de apenas dos páginas, pero muy rescatable. Comparto –y con eso cierro mi comentario- una frase que me encantó: “El concepto de fluidez de género todavía resulta ajeno, incluso aborrecible, para muchas personas en la sociedad occidental. Pero ese concepto es aceptado en naciones de todo el mundo y abre puertas. Una vez que reconocemos que la identidad y expresión de género existen en todo un espectro, ¿por qué aferrarnos a la rígida categorización de hombre y mujer? El objetivo máximo, sin duda, es dejar que todas las personas se definan a sí mismas como seres humanos, que escapen a las categorías asignadas y desafíen la sabiduría heredada”. (silviasusanajacome@outlook.com)

Silvia Susana Jácome cuenta con una licenciatura en Comunicación y una maestría en Educación Sexual.

Related posts

No me tapes la boca

Muñecas sexuales para pedófilos

SILVIA SUSANA JÁCOME Del VIH y los derechos de las mujeres